miércoles, 11 de enero de 2017

Un barrio llamado "Chan Chan/Ciudad de Barro"-Cartavio

Al ocurrir un pleito entre jóvenes cuando se organizaba cierto baile en Cartavio Hacienda era casi común encontrarse con comentarios como “Se han peleado los de la Zafra/Bazar/... con los de Chan Chan”, “él vive en la Ciudad de Barro” o cuando la gente quería visitar sus corrales con alguna amistad o familia decía “¡Vamos a la granja. Queda por la Ciudad de Barro!”. Es la actual urbanización a la que llaman ‘Señor de los Milagros’ pero que en el pasado sus nombres populares originales fueron ‘Ciudad de Barro’ y ‘Chan Chan’. Al escuchar estas dos denominaciones, ha causado hoy la gracia en estudiantes o adolescentes, y quizá en algunas personas mayores se haya manifestado incomodidad pues consideran que son términos despectivos/denigrantes. Pero ¿cómo surgieron esos nombres?, ¿habrá que avergonzarse de los originales nombres o tomar a menos esas denominaciones?
Línea divisoria entre la Ciudad de Barro y Cartavio mismo
(visto desde la Av. Bracamonte).

Línea divisoria entre la Ciudad de Barro y Cartavio mismo
(visto desde la plazuelita)

Cuando partíamos a visitar una cuñada para el caserío de Sumanique, cruzaba esa pampa, terrosa, con piedras de río en el que solo había la granja “03 de Octubre”. Al transcurrir los años, a mediados de los 80's aproximadamente, vi que se demarcó la pampa con líneas blancas hechas de cal…se estaba demarcando el nuevo asentamiento humano, un terreno entregado por la empresa Cooperativa. Cartavio estaba creciendo poblacionalmente.

Al querer llegar a mi corral, ya no era fácil caminar como antes. Debía de desviar mi camino en zig zag pues habían descargado grandes adobes, piedras y tierra para preparar las mezclas. Ya se levantaban los primeros muros, pero casi la mayoría de las viviendas estaban sin culminar. Esos muros no concluidos sin ventanas ni puertas por meses parecían laberintos. Así pues observando desde una distancia prudente se tenía en mente una especie de viviendas como que fueron abandonadas y derruidas dando la apariencia de su similar la Capital Chimú, (Chan Chan)…así aparecen los nombres con que se le hizo famoso al barrio: ‘Chan Chan’ y ‘Ciudad de Barro’.

Su gente debe estar orgullosa, que a manera de Títulos Honrosos, pueda estar comparada con un lugar conocido mundialmente por su hermosa arqueología, aun con sus muros derruidos y solitarios. La formal ‘Ciudad Chan Chan’ se ubica entre Trujillo y Huanchaco; y el populoso ‘Chan Chan’ _de nuestro pueblo_ se halla entre Cartavio Hacienda y Sumanique. Es un reconocimiento a nuestros ancestros, a aquellos pescadores, agricultores y arquitectos que tuvieron contacto con el material más noble del planeta Tierra, EL BARRO (no el cemento).


Vivienda típica de la zona

Losa deportiva

Calle propia del lugar

El barrio y sus viviendas en ese sector, son características además pues presentan un hall con su huerta, árboles frutales/ornamentales, muro exterior de adobe/material de concreto, rejas de metal/madera, de un piso en su mayoría, algunas con cochera afuera, además de una losa deportiva, un parquecito infantil, una capilla y una plazuelita casi abandonada a lado del colegio Mixto Cartavio. Así pues, la zona ha recibido con el tiempo a pobladores de la sierra liberteña y cajamarquina que se han quedado a trabajar honrosamente y han formado familias. Y no solo eso, sino que este sitio debe estar con la fe católica fortalecida al ver que tienen la réplica del Amito de Marcabalito llegada el Primer Sábado de noviembre de 2015 desde Moche, la misma que a fines de cada año sale en procesión llegando hasta "Cartavio Viejo" en ida y vuelta (festividad dirigida por la familia Aguilar Briceño apoyado de una Comisión y de devotos).
Gimkana por la festividad al Amito

Verbena artístico-musical en honor al Amito

Inicio de la procesión en honor al Amito de Marcabalito

Hoy a este barrio se le llama Urb. “Señor de los Milagros”, pero no hay un origen que sustente su nombre en mi pueblo, por ser más bien un nombre cristiano de tiempos coloniales (traída de Lima) que ha tratado de aplastar a las denominaciones más autóctonas (Chan Chan/Ciudad de Barro) que a mi parecer podrán permanecer por siempre y creo yo, deben ser reconocidos en papeles formales sin vergüenza alguna, claro sin desaparecer su actual nombre formal. El barrio no se llamó ‘Cárcel’, ‘Rincón’, ‘Alambre’, ‘Cementerio’ o algo extraño y sin sentido, el barrio tiene dos denominaciones hermosas que no deben perderse en nuestros diálogos, porque las dos denominaciones antes señaladas revaloran nuestra cultura ancestral sobre un grandioso pueblo laborioso propio de la costa norte peruana.


¿Conoces el barrio? Solo basta con darte una escapada cuando quieras dirigirte a la granja o a Sumanique.
Parque infantil en la zona

La capilla católica



Por: Miguel Núñez Bartolo.
Fotos: Miguel Núñez Bartolo.

martes, 10 de enero de 2017

La granja "03 de Octubre" en Cartavio.


Ruta que años atrás era usada segurido por los criaderos, llevando los antiguos triciclos.
Era la línea divisoria entre Cartavio-sector Manzanas y la pampa donde a lo lejos se observaba la granja.


Esta calle de terreno afirmado era la puerta de ingreso por la mayoría de socios criaderos 
que venían de Cartavio Hacienda. Al fondo en lugar de casas, era solo pura pampa, cantos rodados.
Desde aquí en antaño se observaba la granja y el camino de ingreso era directo.
Mi papá formó parte de los fundadores de una granja para animales domésticos llamada “03 de Octubre”, en consideración quizá al Golpe de Estado llevado a cabo en 1968 por el entonces militar Juan Velasco Alvarado. Sin embargo, surgió su fundación en el año 1978, en tiempos de la Reforma Agraria cuando gobernaba el Presidente Francisco Morales Bermúdez quien en 1975 había sacado del poder al Presidente Juan Velasco Alvarado. Iniciado el siglo XXI cambió su denominación a “El Progreso” pues según registros, es su nombre real. Nació con la idea de criar básicamente cerdos.

Era obvio que criar animales en cantidad dentro de nuestros hogares en Cartavio Hacienda era complicado, por lo que dicho terreno serviría para contar con la cría de ganado porcino (cerdos o chanchos), ovino (que llamamos guachos) y caprino, así como pollos, patos, palomas, cuyes, conejos y pavos. Esta granja cuenta hasta ahora con 4 calles (A, B, C y D), con los diseños casi originales como dejaron sus socios fundadores. Hago la aclaración que cada calle poseía por su puesto una serie de corrales. Para traer agua potable a nuestros animales, íbamos a la acequia a un lado del primer puente que está atrás de la granja que da a la entrada de Sumanique, entonces era que caminábamos más de una cuadra ida y vuelta llevando nuestros baldes.

La granja antiguamente podía ser vista cuando acababan las casas detrás del paradero “Cartavio”, sector de las manzanas. Desde ese camino de terreno afirmado a la altura de lo que hoy se conoce como el hogar de la familia Huamán, se podía apreciar la granja a lo lejos, así que nuestro camino hacia ella era de manera diagonal, pues el sector llamado Urb. “Señor de los Milagros” no existía. El levantamiento de este gran terreno cuadrangular, fue a base a adobes muy grandes. Me contó mi madre sobre aquellos que participaron en su construcción, tuvieron por derecho los corrales que estaban más cerca al portón principal. El portón principal de metal y maderas ya viejas son testigo del ingreso y salida de sus dueños del que muchos de ellos pasaron ya a mejor vida. Los desechos de los animales, fueron depositados siempre a un lado de la carretera Industrial, y esa zona ha sido visitada en décadas por gallinazos y últimamente también por garzas blancas que van recoger algún alimento. Las lagartijas siempre pasaban entre nuestros pies.
Carretera Industrial. A la derecha restos de desechos de las que se alimentan las garzas. Al fondo, Sumanique.

Garza blanca. Foto: Google.

Primer puente de ingreso a Sumanique, de donde en antaño se traía agua para los animales de la granja (foto tomada en momentos de la construcción de la pista asfaltada). Al lado izquierdo, parte trasera de la granja "El Progreso".

Para funcionar sistemáticamente la granja, siempre se ha tenido que elegir una Directiva, donde el o la Presidente hacía su convocatoria que se publicaba en cartulina puesta en un muro de ingreso con pequeños clavos y chapas (los anuncios cambiaron al fabricarse una pizarra hecha en el muro). Cada mes, o dependiendo de la situación, se realizan reuniones de Asamblea General por lo que el día que se tiene programado dicha reunión se decide que en la mañana no se abra elportón sino en la tarde, así se asegura que la gente vaya obligatoriamente a la Asamblea (sino los animales pasarían hambre) ¡Qué creativos! La responsabilidad era compartida con dos Guardianes de turno a quienes con los pagos que hacen sus socios se distribuye el mismo entre los guardianes. Al quedar algún dinero o al faltar para realizar arreglos a la granja, era necesario aportar algo adicional, Prácticamente una especie de cooperativa.
Lugar sobre los anuncios

Una de las calles

Tipo de puertas y muros de los corrales. Calle B.

Parte trasera en el interior de la granja.
Al fondo la garita de observación para guardianía.

Camino yendo hacia el portón. Calle D.

El antiguo pozo, hoy seco. Calle D.
El muro que se observa es del perímetro externo.

Pude vivir algunos proyectos interesantes para esos tiempos más o menos a mediados de la década de los 80’s e inicios de los 90’s durante mi niñez y adolescencia:
  1. La creación de cañerías de agua en cada calle. Que tuvieron regular tiempo de existencia. El problema era que los más beneficiados fueron los socios de las calles C y D pues ahí llegaba con fuerza el agua.
  2. Conexión eléctrica de un foco de luz amarilla frente a cada calle con la idea de prevenir los robos que sucedían de noche. La luminosidad era precaria. No tuvo éxito; aunque sí se permitió el uso de una escopetas.
  3. La construcción de un gran pozo de agua, que era sacada con nuestros baldes y estos amarrados a gruesas sogas. El pozo aún sigue existiendo en la calle D, pero ya no se usa pues el nivel de la napa freática ha disminuido debido a los extensos riegos que hace la empresa en sus campos de caña de azúcar.
  4. Algunos sectores del muro exterior al no resistir el salitre y la humedad de los suelos, colapsaban. Es ahí que se consentía en levantar la parte afectada con nuevos adobes o grandes ladrillos de cemento y estos en sobrebases de cemento más resistentes al tiempo.
  5. En la parte exterior existió una pequeña huerta que nos daba sombra en tan extenso desértica zona en la que se hallaba la granja. Ahí pues se llevó a cabo la construcción de una cañería, que hoy en día ya ni agua nos otorga. Hace como tres años tal huerta dejó de existir y solo ha quedado como evidencia algunos árboles.
  6. Tal edificio era acompañado, en momentos, por los ruidosos tráileres que se dirigían o salían de la fábrica TRUPAL (empresa papelera de Santiago e Cao). La bulla estremecía el suelo debido a las piedras redondas de variados tamaños que aplastaba y que a veces salían disparadas siendo un peligro. Hoy en día debido al asfaltado de esa carretera llamada Industrial (obra municipal), no se siente tal estruendo.

Unos viejos criaderos entregaron sus corrales a sus hijos u otro familiar; otros, vendieron sus corrales a terceros. Así pues con todo el problema que aún tienen sobre el servicio de agua potable, el de poder contar con un lugar más asequible para depositar la basura, la existencia de ratas, la murmuración sobre que desaparecerá la granja para siempre…pues los socios se resisten a perder lo que en el pasado a sus ancestros les costó levantar para aprovechar como mercado pequeño la venta de sus animales y a la vez para consumo familiar con animales más sanos. Ellos aún siguen sosteniendo “son animales de corral, sanos, no esos de granja que tienen tantas ampollas y vacunas que hoy en día nos hacen tanto daño”.


Un cañito del que ya casi agua no emana.
Las mascotas que actúan como guardias, hacen uso para calmar su sed. 

Este terreno seco donde están los árboles había sido una pequeña huerta.
Al fondo el barrrio "Señor de los Milagros".

Esta es la ruta más usada. Al fondo un señor en bicicleta llevando alfalfa.


Escrito por: Miguel Núñez Bartolo.
Fotos: Miguel Núñez B.

martes, 4 de octubre de 2016

Padrino...¡CAPILLO!

        Cuando niño vi el tipo de celebración católica popular donde luego de ser bautizado de niño, caso mío en Chocope, se regresaba a casa junto a la madrina y el padrino listos para compartir alimentos, bocaditos, música, baile y lo infaltable: El Capillo. ¿En qué consistió el capillo? En la espera del padrino que todos los niños hacían para ver lanzar muchas monedas. Luego todos nos lanzábamos al piso a recoger la mayor cantidad de ellas (situación similar a la piñata en una fiesta). El capillo era pedido con fuerte voz por parte de los niños a veces un poco desesperados por las monedas. Aún tengo en mi mente cuando mi padrino tenía un elemento metálico que ordenaba monedas en filas, de todo tamaño, apegado a su cintura. Recuerdo luego que el capillo fue lanzado en la sala de mi casa hasta en tres momentos antes que los mayores empiecen a bailar a son de un tocadisco.

        Tiempo después aprecié una ceremonia similar, agregándose la costumbre del corte de pelo. Fue el caso de mi sobrino Segundo (un año menor que yo), quien tenía varios lacitos rojos en su cabeza que recogían los crespos de su cabello. Éste era alzado por sus padres, quien pasando frente a cada invitado, era cortado cada mechón y los invitados depositaban dinero por cada mechón.

        Qué te parece si leemos ahora una historia sobre el tema pero mucho más antigua.


"El bautizo era una ceremonia tradicional y parte de la vida religiosa de las familias de Cartavio. No había niño 'moro', todos se bautizaban, grandes y chicos. Todos pasaban por la pila bautismal para recibir el agua bendita. Aquellos que no se bautizaban eran motivo de burla...

¡Moro! ¡Moro!

Llegaba el sábado; niños y adolescentes, enterados de los bautizos en la casa de Zultano y Fulano se pasaban la voz y desde muy temprano por la tarde, se colocaban en los alrededores de la iglesia esperando al padrino. Él era la figura principal.

Antes, ingresaba a la iglesia, el párroco, vestido de hábito marrón con un grueso cordón blanco y un gran nudo en sus extremos, calzado de sandalias marrones con una hebilla que ajustaba su gordo y blanco pie. Era el padre Fernando Scarpasi de la Orden de los Franciscanos que se dirigía junto a los monaguillos a prepararse para oficiar la misa.

Era un padre carismático, bonachón, gordo y colorado con una voz gruesa y estruendosa muy querido por la feligresía cartavina. Junto con él; otros párrocos, oficiaban misas, los padres Francisco y Querubín, todos italianos realizaban su labor pastoral en Cartavio.

Cerca de la hora de inicio de la ceremonia ingresaban los padrinos muy bien trajeados, con terno y corbata el padrino; y la madrina vestida elegantemente según la estación. El ahijado o ahijada de blanco simbolizando su alma pura y transparente. Los padres con sus hijos acompañados de familiares y demás invitados.

¡Que viva el padrino!

Los niños desde fuera gritaban a coro. Los padrinos inflaban el pecho y se ponían serios. Las madrinas y los padres sonreían, sabía que las vivas venía aparejada de una petición: El capillo.

Se iniciaba la misa y en medio de ella, porque duraba más de una hora, impacientes los niños se agolpaban en la puerta de ingreso y desde allí a voz en cuello, interrumpían la misa...

_ Padrino, ¡capillo!; padrino ¡capillo!

El padre Scarpassi dejaba el altar, salía y a cordonazo limpio los ahuyentaba y callaba. Su cara se ponía roja como un tomate por la interrupción. Los perseguía con su corpulenta humanidad. Pobre de aquel que cayera en sus manos. Con uno de esos nudos en su cuerpo o brazo los hacía revolcar de dolor dejándoles un moretón para toda la semana.

La misa proseguía y culminaba con el bautizo de los niños en la pila bautismal. Los padrinos y madrinas cargaban a sus ahijados mientras el párroco les iba rociando el agua bendita a las niñas y a los niños, les sumergía la cabeza dentro de la pila. Para terminar, la señal de la cruz, quedando de esta forma bautizados.

Afuera, los niños impacientes esperaban la salida de los padrinos con sus ahijados. Felices, contentos de haber cumplido con este sacramento que los convertía en compadres a los padres y padrinos y a los ahijados en hijos de Dios.

_ ¡Padrino, pata de candado!, ¡Padrino, pata de candado! ¡Capillo! ¡capillo! ¡sino se va a morir el ahijado!

El padrino metía las manos a sus bolsillos del saco y el pantalón y en medio de la expectativa general, pues ya venía preparado para la ocasión, sacaba puñados de monedas y los tiraba hacia donde estaban los niños. La gritería y algarabía era tremenda. Se tiraban al suelo, a recoger sus monedas. Monedas, de 0.5; 0.10 centavos. Se empujaban pero sin agresiones. uno a uno iban recogiendo sus monedas lo mejor que podían.

Al final de la tarea se sentaban en el parque para contar las monedas recogidas. Luego comparaban con la de los otros niños. Felices, contentos se retiraban a sus hogares con el botín del bautizo.

Así transcurría, siempre a la salida de la iglesia, los sábados, días de bautizo. A veces en los bautizos se realizaba el corte de pelo del ahijado o ahijada. Ponían su lacito de colores en la cabeza y los padrinos iban cortando su mechón y luego el resto de invitados. Cada mechón implicaba una colaboración económica, mayor eral la del padrino a quien al final les daban platos con gallina o cuy entero,...'para que lleve a la casa compadre'.

Antes del bautizo, se ponía el 'agua de socorro' para evitar que los duendes lleguen por las noches y se lleve al niño o niña".

       Este es mi Cartavio y una de sus tradiciones creo yo, ya perdidas.

Fuente escrita: Obra inédita titulada TRADICIONES CARTAVINAS de Juan Miguel Malca Aldana.





sábado, 4 de junio de 2016

Rojo y blanco en fiestas patrias

Existía mucho fervor patriótico en esas fechas. En todas las escuelas se recordaba la proclamación de la independencia del Perú.

Cartavio, tenía unas cuantas calles. En el sector antiguo de la hacienda, viviendas de tres piezas. Eran de adobe y techo de quincha, alumbradas con una bombilla, que en un principio sólo tenía una habitación y luego dos. Se apagaban en una determinada hora para que la gente duerma temprano y pueda madrugar. Después se construyeron casas de ladrillo y cemento.

En el Ingenio, de adobe y quincha. En la primera cuadra de la calle Unión eran viviendas amplias con un mejor acabado interno y externo. Allí vivían los jefes. Las viviendas se ocupaban de acuerdo al trabajo realizado en la empresa. En la calle Unión, los empleados. En Lucas León, los mecánicos, trabajadores calificados y especializados. En la calle Antero Aspíllaga, donde existía un bazar, los obreros de fábrica. En Salaverry y Calle Nueva la gente de campo y fábrica.

La calle Real siempre fue la calle principal. La gente salía a pasearse para ir a La Concordia que era un parque de tierra con bancas de madera y fierro, rodeadas de jardines con hermosas y olorosas flores, palmeras, ficus. Un jardín central con rosas rodeados de geranios, con su olor perfumaba el ambiente. Hermosos ficus se alzaban como fieles testigos de muchas historias, árboles que aún hasta ahora existen pero abandonados sin que se preocupen de ellos. A un costado el local de la Comisaría.

A lo largo de la calle se ubicaban tiendas de reconocidos comerciantes, Don Baldomero Gutiérrez, Don Santiago Wong. Por la calle Ferrocarril ingresaba el tren que venía de Trujillo, el vagón con dos compartimientos. En la 1era viajaba gente de recursos y altos empleados de la hacienda. En 2da clase viajaba gente con sus bultos, compras y animales. Estudiantes de secundaria que los sábados regresaban a sus casas.
Antiguo Mercado. Hoy Coliseo Cartavio. Calle Coliseo.

El viejo mercado, hoy Coliseo, amplio, bien distribuido. A un costado en la calle Proaño se ubicaban las vendedoras de comida en “La Ramada”. Famosos los desayunos de Doña Paula, Doña Cleofé. En la hoy calle Ferrocarril, vendían en plena vía pública. Allí atendía “Doña María” que vivía en Proaño, ella con sus hijas Leonila y Felícita preparaban, “a puro punche” uno sabroso chocolate con leche en una ponchera de acero inoxidable. De refilón, unos bistecs encebollados con rico pan de panadería. Algunos tomaban su café pasado oloroso y calientito. Todo era higiénico. Potajes que en mi niñez, alguna vez saboreé. En la esquina, del extremo de la Proaño con la Coliseo estaba la tienda del “chinito” Felipe Wong, un símbolo del barrio, con hijos peruanos. Fumaba todo el día “como chino viejo”. Siempre con su teterita de té y su taza en la que se servía durante el día. Hablaba un castellano muy mascado. … “como puliendo tu”. Con sus remedios para el mal “de ojo” y “de susto”.

La hacienda anualmente pintaba todas las calles y cada trabajador recibía su bandera con un asta para su vivienda.  Las calles y los techos de Cartavio eran un bosque de banderas. Llegando el día de celebración, frente a la iglesia, se concentraban cientos de alumnos y alumnas de la escuela de Varones y Mujeres del día y la noche. Todos correctamente uniformados. También se presentaban los “movilizables” completamente de blanco. Eran jóvenes que hacían su Servicio Militar en la población.

El discurso de ordena cargo de uno de los directores. Los profesores, estrenaban terno nuevo de casimir inglés. Las profesoras no se quedaban atrás y se confeccionaban ropa para la  ocasión. Había mucha solemnidad y respeto al acto celebratorio por parte de la población. El Himno Nacional se cantaba a viva voz, por todos los presentes, con encendido fervor patriótico. Nadie dejaba de cantar y resonaba en todo Cartavio. Los profesores de las escuelas eran empleados pagados por la empresa, recibían el mismo trato que los empleados: leche, raciones de arroz y carne.

Una vez iniciado el desfile, todos marchaban con pierna alzada, luciendo zapatos nuevos, muy brillosos, uniforme beige, limpio. Disciplinados y en orden, cara al frente, barbilla subida con su cristina bien puesta y seriedad manifiesta en el porte. En la noche había baile popular y social. El popular se celebraba en el mercado viejo. La orquesta era una de las mejore de Trujillo, escogidas entre Manongo Álvarez, Teófilo Álvarez, la Swing Mecker Band. También había cerveza y bocaditos. El brindis, previo al baile, lo realizaba en el Casino de Trabajadores don César Echandia.

Por las calles se vendía el rico chicharrón al paso, con su mote, bien preparadito. Pero lo que más destacaba en estas fiestas era el pan con chancho que vendía “Don Javier”, trabajador de la hacienda, natural de Yapa, Cajamarca. Don Javier Serrano, días antes escogía el chancho, lo preparaba con todos sus ingredientes, horneado en la panificadora. Salía a vender con un mandil blanco, como los chef de ahora, con su carrito de venta colocándose en un lugar estratégico. La cabeza de chancho, estaba visible, en un bandeja de loza blanca, bien doradita, tostadita, sabrosa que lo preparaba en un gran pan tostado con su lechuga. Crujiente al morderlo. En el desfile, la gente esperaba saboreando su pan con chancho…

¡Qué rico chancho!

Fuente escrita: Obra inédita titulada TRADICIONES CARTAVINAS de Juan Miguel Malca Aldana.
Foto: Miguel Núñez B.
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sábado, 27 de febrero de 2016

ÑO CARNAVALÓN

Al medio día, aparecía con enorme cabeza, su sonrisa bonachona de oreja a oreja, sus movimientos cadenciosos al bambolearse en el camión que lo paseaba por las calles de Cartavio. Su presencia en las calles era el anuncio que la alegría del carnaval llegó.
¡Mamá! ¡Mamá!....¡El Ño Carnavalón!


Las familias salían a la puerta de su casa. En la calle, los chiquillos corrían detrás del camión. Sus caritas reflejaban la alegría al ver descomunal muñeco. Un juguete, un enorme juguete. Inalcanzable para ellos que felices lo acompañaban. En el recorrido se sumaban más y más niños. Decenas de niños en ambos lados del camión. Cada cierto trecho, el camión paraba,  y extendía las manos, los padres subían en los hombros a sus hijos para darle la mano. Los más grandes, se trepaban en la baranda y lo abrazaban.
¡Me lo dio la mano mamá! ¡El Ño Carnavalón me dio la mano!


                Era un gran muñeco que se movía para todos lados. Iba en un camión preparado y adornado para mostrarlo. Por donde iba, sonreía y alegraba a quienes lo acompañaban. La gente, a su paso, le echaba agua, serpentinas saludándolo. Era el “Rey Momo”, personaje de mucha importancia, el alma de la fiesta carnavalesca, pues nadie se imaginaba los carnavales en las calles sin el Ño Carnavalón. Era el símbolo del carnaval, el personaje más querido y el más añorado durante estos días de festividad.


                Tres días duraban las fiestas. Esos días eran alegres. Todos participaban  de las fiestas: obreros, empleados, peones del campo. Las calles lucían diferentes por la cantidad de gente que caminaba de uno a otro lado. Llegaban familiares de visita, ambulantes para los bailes de carnaval, del palo cilulo, y los juegos con agua. Por las noches se instalaban toldos en toda fiesta pueblerina. Había juegos de azar, mecánicos, actos de magia, juegos de naipes, la mujer barbona, el hombre con la boa, una enorme serpiente con venta de sebo de culebra para toda clase de dolor. Para convencer a los incautos, en un acto atemorizante, colocaba la enorme culebra en los hombros de su ayudante.
“¡Vengan, vengan, llévense esta pomada traída desde la selva para aliviar el dolor que hay en tu cuerpo por la humedad del trabajo en la noche…!”
Luego elegía a uno de los presentes y le invitaba a sacarse la camisa. A continuación aplicaba una pomada en su espalda, lo frotaba y con los rayos del fuerte sol se convertía en gotas en gotas de agua.


                El sábado, por la tarde, se iniciaban las fiestas con la llegada de Ño Carnavalón en un camión de la empresa. Salía de El Ingenio, bien adornado con motivos carnavalescos por el Sr. Zea, residente de El Ingenio, era su diseñador de todos los años. Sus labios distendidos reflejaba la alegría que embargaba estar presente, volver a las calles y estar con la gente. Algunas veces, sus ojos reflejaban melancolía, tristeza al final de las fiestas. Era el encanto de este gigantesco muñeco de pasar de la alegría a la tristeza.
¡Mamá, el Ño Carnavalón está triste!
En el desfile lo acompañaban otros carros y camionetas de los diferentes barrios. Iban la reina de la fiesta y reinas de los clubes o barrios que eran aplaudidas por el público.


                Al llegar el final del carnaval, el Ño Carnavalón recorría triste las calles siempre con una banda de músicos, bien uniformados, camisa blanca, pantalón oscuro. Iba con una multitud de niños, jóvenes, hombres y mujeres adultos. Su entierro se realizaba en medio del dolor del pueblo que lo acompañaba hasta la playa “El Charco” donde era echado al mar. Una potente locomotora jalando carros descubiertos llenos de gente iba a despedirlo. También camiones. Algunos iban vestidos de negro en señal de duelo porque el Ño Carnavalón, moribundo, iba a su última morada.


Carros de locomotora usadas para el transporte al balneario El Charco.

                En un miércoles de ceniza, luego de un recorrido de despedida con el rostro triste, agonizaba y moría. La tarde miércoles, terminaban los carnavales con la tristeza de los celebrantes. Era el final, hasta el otro año. Con mucho dolor y congoja era llevado “al Charco” para quemarlo. Antes de tirar sus cenizas en las turbulentas aguas del mar, se daba lectura a su última voluntad, se leía a voz en cuello, y se daba a conocer a quien dejaba “todas sus pertenencias”.
-          “Amigos. Me voy alegre, contento de haber pasado buenos momentos en estas fiestas de carnavales. Lo hemos pasado bien, hemos compartido buenos momentos, nos hemos divertido. Mi pueblo ha gozado, disfrutado. Llegó la hora de mi partida y tengo que irme. Hemos jugado, bailado y mojado; y ahora , dejo mi alegría y mi espíritu con ustedes. No me lloren, pues el otro año regresaré.
Dejo……..”
Así iba nombrando a quienes dejaba sus bienes en un acto muy ceremonioso que culminaba en una fiesta con todos los que lo habían acompañado a su última morada. La jarana duraba hasta el atardecer con la participación de los veraneantes de Cartavio, Santiago de Cao y Chiquitoy. Así se enterraba al Ño Carnavalón en aquellos tiempos…

¡Carnaval! ¡Carnaval! ¡Ñooooooo Carnavalón! ¡Hasta el otro año!-gritaban hombres y mujeres.

Ño Carnavalón representado por un estudiante franklinista
de Cartavio en el año 2014



Fuente escrita: Obra inédita titulada TRADICIONES CARTAVINAS de Juan Miguel Malca Aldana.
Fotos: Miguel Núñez B.

¡CARNAVAL!

Febrero mes de los carnavales, mes para jugar con agua, serpentinas, talco y perfumes. Los Carnavales se jugaban en Cartavio con mucho calor humanos, por todas las calles, en los clubes deportivos y sociales. Juego espontáneo al grito de….
¡CARNAVAL TIENE LA CULPA!

En la época de Hacienda, los carnavales lo celebraban los trabajadores y sus familiares, que vivían y laboraban en ella, en la hacienda Cartavio dividida en ese entonces por un puente que pasaba por encima de las locomotoras que transportaban caña. Existía y existe El Ingenio y el campamento que llamaban Hacienda. La Administración promovía las fiestas nombrando una comisión encargada de la organización de todas las actividades.

Puente que dividía a los bandos en tiempos de Hacienda al jugar carnaval.


Los Carnavales, era una fiesta popular y familiar que se jugaba con vecinos y amigos que venían de otros barrios. Empezaba con los chicos de la casa y seguía toda la familia. En las radios, que era un Phillips (pocos tenían radio), en ellas se escuchaban las emisoras trujillanas que pasaba la música del carnaval…
“TODOS A REIR Y A GOZAR,
TODOS A GOZAR DEL CARNAVAL.
¡CARNAVAL! ¡CARNAVAL!
ES EL GRITO POPULAR”.

A baldazo limpio, globos llenos de agua. Con polvos, pomada y pintura. Así se jugaba en todos esos años. Mucha algarabía, bullicio, alegría, abrazos. Al final, todos cansados pero felices. Se compartía la comida. Algunos empezaban desde el almuerzo con su respectivo asentativo. Se bebía chicha de jora, con cerveza. Las abuelas y madres de familia, días antes, preparaban su chicha con buena y abundante chancaca y otras especies, dejándola fermentar en grandes hojitas que se guardaban en los rincones de las casas. Sentados y con un plato de comida, comentaban entre ellos, las reacciones de las mojadas y el pintado de la cara con pomada o talco.

En las calles, los chicos de los diferentes barrios salían en patota con baldes de agua, tarros de pintura y a todos los muchachos y muchachas que encontraban los mojaban y pintaban. El grito de guerra era…
¡AGUA! ¡AGUA! ¡CARNAVAL TIENE LA CULPA!
Existía una gran rivalidad entre las muchachadas del Ingenio y la Hacienda. Separaba a estos sectores un puente de madera con estructuras y pasamanos de fierro y bronce que brillaba cuando el sol caía en las tardes y en verano quemaba. Se sentía el temor al cruzarlo, pues el viento fuerte que soplaba lo estremecía y parecía mecerlo con muchos de sus peldaños de maderos gruesos, viejos pero aún fuertes. Las maderas crujían al vaivén del viento.
¿A dónde vas? – preguntaban- Y los del Ingenio respondían…
¡A la Hacienda!

Salía la pandilla de muchachos, con pintura en la cara y en las manos llevando su banderola. Los verdes de la Hacienda y los rojos del Ingenio recorrían las calles con sus gritos de combate:
¡Viva lo verde!
¡Viva lo rojo!
Los que no contestaban o no hacían coro, terminaban pintarrajeados y mojados. Cuando se encontraban se enfrentaban en una batalla campal, se mojaban, se pintaban con pintura. No había violencia pero sí una gran rivalidad.


Fuente: Obra inédita titulada TRADICIONES CARTAVINAS de Juan Miguel Malca Aldana.



Agrego a la historia de arriba estos sucesos.

A mediados de los 80’s aún se jugaban los carnavales pero con un toque diferente. Las cañerías que había en las calles ayudaban al llenado de nuestros recipientes y la ropa que uno usaba era mejor que sea algo ya acabada. Recuerdo cuando dos bandos, varones y mujeres, se alistaban a participar.

En la calle Zafra era típico el juego. Si estabas sentado(a) en la vereda o fuera de tu casa tomando sombra ocurría que desde el techo te echaban el agua. Los mojados se vengaban esperando que la otra persona salga, pase frente a su casa, el afectado esperaba escondido(a) con su balde desde el interior de su casa y salía directo a empapar. Algunos caían por los resbalones. Era una risa a todo dar.
Una tarde, jugaban por el barrio. En eso mi papá salía a regar, vi que entra y sale de casa con el balde otra vez; se dirige al frente y moja del todo a mi vecina Carola quien estaba sentada en una banca de madera. Ingresó a su casa para no salir más. Me asusté porque nunca vi a mi papá jugar con los vecinos.

Hablando de los implementos. El uso de globos en los 80’s no era los de jebe sino las bolsas gorditas que llamamos ‘bombas’; las medias viejas de colegio se llenaban con tela y talco haciendo un instrumento de talqueo con cada golpe; ni qué decir de la pomada negra de zapatos y ver esas caras como salidos del corte de caña. En otras ocasiones viendo el lodo del suelo (ya que no había asfaltado) la víctima del barrio era revuelta en el barro y lodo. Sólo se llegaba a esos extremos con personas de confianza más no con los transeúntes.

La última que jugué carnaval en mi barrio entre bandas fue en los 90’s cuando cursaba la universidad. Junto entre amigos y con gente que pasaba, corríamos rodeando a la víctima. Si les contara quiénes caían. Sólo por mencionar a un@ ¿Conocerán a ‘La Nena’?, Un grupo de mis amigos trataron de mojarl@, pero se desvió por la calle Proaño para luego entrar por la calle Camal y doblar por la calle Bazar. Sin embargo le corrieron a bombazos (bolsas de marcianos con agua) al entrar nuevamente a la calle Coliseo. Desviar calles no era siempre la solución, porque si tu destino era El Ingenio a veces había niños esperándote en las calles siguientes como la Proaño y la Ramos.

Miguel Núñez B.



domingo, 4 de enero de 2015

La acequia Pongo Chongo

Llamado también puquio "Pongo Chongo" o "Acequia Principal" Tiene mucha historia. Su origen, según registros, parece ser colonial pero con una palabra en idioma que debe ser quingnam. Las palabras en cursiva es copia fiel del documento mencionado al final de esta entrada de Blog.

Este puquio se formó de las filtraciones del cauce del río Chicama y de las aguas que devolvían los hacendados de la parte alta. Este puquio era de uso exclusivo del pueblo y de los comuneros de Santiago de Cao, y en ese entonces fue usurpado, en ratos. por la hacienda azucarera.

La acequia Pongo Chongo era de exclusivo uso de la comunidad de Santiago de Cao, pues así estaba dispuesto por una Provisión dada por el Virrey Don Juan de Mendoza y Luna....y dispuso al Corregidor de Trujillo que "los indios no sean molestados y agraviados" en el uso de sus aguas.

Pero de vez en cuando los indios sí eran molestados. Los indios de Santiago de Cao continuamente se enfrentarían....con Bartolomé Gonzáles, dueño de la Hacienda San Francisco de Buenos Aires (hoy Cartavio). Gonzáles usó el agua de esta acequia para salvar sus sembríos de trigo. 
El problema se repitió esta vez en 1625 con el mismo señor y le hicieron frente Diego Maza Guamán y otros indios principales. Lo mismo ocurrió en 1627, Gonzáles no dejaba pasar el agua, y se la llevaba a sus alfalfares, los indios decían que les robaba el agua ..... a consecuencia de ellos pasaban grandes necesidades al perdérseles sus siembras.

Entre otros problemas; también enfrentaron a la hacienda San Antonio de Nepén (hoy Nepén) en 1784, como también con la Sra. Josefa del Risco y Oyague dueña de la Hacienda Cartavio en todo el siglo XIX.
Se sabe que las peleas por el agua entre hacendados era a muerte, los mismos que usaban a sus peones armados de rejones y bocas de fuego. Ejm: Cartavio-Chiquitoy.

En 1928 sucedió el asunto más delicado contra esta evidencia arqueológica del antiguo puquio. La Hacienda Cartavio cava y crea el Pozo N° 1 pero justo a lado de donde nacía el puquio Pongo Chongo. Así que igual robaban el agua de los campesinos santiagueros, descendientes de los antiguos peruanos. Así pues este puquio no les rendía el agua suficiente y los campesinos se vieron forzados a abrir una toma conectado al río Chicama, río que sólo les daba dos meses de agua al año. Este abuso dio como consecuencia que varios pobladores santiagueros vendieran sus tierras y vivieran en otras partes. Una de las familias que perdió sus tierras a favor de Cartavio fue la de Manuel Arévalo quienes se vieron obligados a Vender la chacarilla de Colpán (terrenos frente a la entrada del actual Anexo Nepén). Otros santiagueros llegaron a ser peones u obreros en Chiquitoy y Cartavio y regresaban a su terruño cuando había abundancia de agua. 
Terreno La Chacarilla de Colpán que tiempos atrás perteneció a la
familia de Manuel Arévalo. Foto: Miguel Núñez.

Hoy la acequia Pongo Chongo, se observa existente e imponente, reacia a desaparecer. Podemos obervarla atrás del antiquísimo caserío cartavino de Sumanique, en la parte delantera del caserío San José Alto, cruzando el caserío San José Bajo, así como por los campos del pequeño caserío La Campiña.

Fuente: Aporte Cultural. Santiago de Cao. Indagaciones sobre su historia. Pág. 16, 71 al 73, 79 y 81. Santiago de Cao-Perú 2002.

Tomas fotográficas de la acequia Pongo Chongo

Caserío de Sumanique-Cartavio. La acequia Pongo Chongo delante de una de
as viviendas más modernas de la zona. Foto: Miguel Núñez.

Caserío de Sumanique-Cartavio. La acequia está a la izquierda.
Foto: Miguel Núñez.

Caserío de San José Bajo-Cartavio. Observamos la acequia Pongo Chongo
delante de la IE "Sumanique-SJB". Foto: Miguel Núñez.

Caserío de San José Bajo-Cartavio. Toma fotográfica
hecha de tarde. Foto: Miguel Núñez.
Camino que conecta San José Alto (al fondo) y San José Bajo.
Foto: Miguel Núñez
Desviándome de la gran acequia Pongo Chongo, podemos ver la huaca Urcape
en el caserío San José Bajo en donde se usa también las aguas
de esta famosa antigua acequia. Foto: Miguel Núñez.


La acequia Pongo Chongo y su final, al fondo está el mar. Foto Miguel Núñez.