martes, 4 de octubre de 2016

Padrino...¡CAPILLO!

        Cuando niño vi el tipo de celebración católica popular donde luego de ser bautizado de niño, caso mío en Chocope, se regresaba a casa junto a la madrina y el padrino listos para compartir alimentos, bocaditos, música, baile y lo infaltable: El Capillo. ¿En qué consistió el capillo? En la espera del padrino que todos los niños hacían para ver lanzar muchas monedas. Luego todos nos lanzábamos al piso a recoger la mayor cantidad de ellas (situación similar a la piñata en una fiesta). El capillo era pedido con fuerte voz por parte de los niños a veces un poco desesperados por las monedas. Aún tengo en mi mente cuando mi padrino tenía un elemento metálico que ordenaba monedas en filas, de todo tamaño, apegado a su cintura. Recuerdo luego que el capillo fue lanzado en la sala de mi casa hasta en tres momentos antes que los mayores empiecen a bailar a son de un tocadisco.

        Tiempo después aprecié una ceremonia similar, agregándose la costumbre del corte de pelo. Fue el caso de mi sobrino Segundo (un año menor que yo), quien tenía varios lacitos rojos en su cabeza que recogían los crespos de su cabello. Éste era alzado por sus padres, quien pasando frente a cada invitado, era cortado cada mechón y los invitados depositaban dinero por cada mechón.

        Qué te parece si leemos ahora una historia sobre el tema pero mucho más antigua.


"El bautizo era una ceremonia tradicional y parte de la vida religiosa de las familias de Cartavio. No había niño 'moro', todos se bautizaban, grandes y chicos. Todos pasaban por la pila bautismal para recibir el agua bendita. Aquellos que no se bautizaban eran motivo de burla...

¡Moro! ¡Moro!

Llegaba el sábado; niños y adolescentes, enterados de los bautizos en la casa de Zultano y Fulano se pasaban la voz y desde muy temprano por la tarde, se colocaban en los alrededores de la iglesia esperando al padrino. Él era la figura principal.

Antes, ingresaba a la iglesia, el párroco, vestido de hábito marrón con un grueso cordón blanco y un gran nudo en sus extremos, calzado de sandalias marrones con una hebilla que ajustaba su gordo y blanco pie. Era el padre Fernando Scarpasi de la Orden de los Franciscanos que se dirigía junto a los monaguillos a prepararse para oficiar la misa.

Era un padre carismático, bonachón, gordo y colorado con una voz gruesa y estruendosa muy querido por la feligresía cartavina. Junto con él; otros párrocos, oficiaban misas, los padres Francisco y Querubín, todos italianos realizaban su labor pastoral en Cartavio.

Cerca de la hora de inicio de la ceremonia ingresaban los padrinos muy bien trajeados, con terno y corbata el padrino; y la madrina vestida elegantemente según la estación. El ahijado o ahijada de blanco simbolizando su alma pura y transparente. Los padres con sus hijos acompañados de familiares y demás invitados.

¡Que viva el padrino!

Los niños desde fuera gritaban a coro. Los padrinos inflaban el pecho y se ponían serios. Las madrinas y los padres sonreían, sabía que las vivas venía aparejada de una petición: El capillo.

Se iniciaba la misa y en medio de ella, porque duraba más de una hora, impacientes los niños se agolpaban en la puerta de ingreso y desde allí a voz en cuello, interrumpían la misa...

_ Padrino, ¡capillo!; padrino ¡capillo!

El padre Scarpassi dejaba el altar, salía y a cordonazo limpio los ahuyentaba y callaba. Su cara se ponía roja como un tomate por la interrupción. Los perseguía con su corpulenta humanidad. Pobre de aquel que cayera en sus manos. Con uno de esos nudos en su cuerpo o brazo los hacía revolcar de dolor dejándoles un moretón para toda la semana.

La misa proseguía y culminaba con el bautizo de los niños en la pila bautismal. Los padrinos y madrinas cargaban a sus ahijados mientras el párroco les iba rociando el agua bendita a las niñas y a los niños, les sumergía la cabeza dentro de la pila. Para terminar, la señal de la cruz, quedando de esta forma bautizados.

Afuera, los niños impacientes esperaban la salida de los padrinos con sus ahijados. Felices, contentos de haber cumplido con este sacramento que los convertía en compadres a los padres y padrinos y a los ahijados en hijos de Dios.

_ ¡Padrino, pata de candado!, ¡Padrino, pata de candado! ¡Capillo! ¡capillo! ¡sino se va a morir el ahijado!

El padrino metía las manos a sus bolsillos del saco y el pantalón y en medio de la expectativa general, pues ya venía preparado para la ocasión, sacaba puñados de monedas y los tiraba hacia donde estaban los niños. La gritería y algarabía era tremenda. Se tiraban al suelo, a recoger sus monedas. Monedas, de 0.5; 0.10 centavos. Se empujaban pero sin agresiones. uno a uno iban recogiendo sus monedas lo mejor que podían.

Al final de la tarea se sentaban en el parque para contar las monedas recogidas. Luego comparaban con la de los otros niños. Felices, contentos se retiraban a sus hogares con el botín del bautizo.

Así transcurría, siempre a la salida de la iglesia, los sábados, días de bautizo. A veces en los bautizos se realizaba el corte de pelo del ahijado o ahijada. Ponían su lacito de colores en la cabeza y los padrinos iban cortando su mechón y luego el resto de invitados. Cada mechón implicaba una colaboración económica, mayor eral la del padrino a quien al final les daban platos con gallina o cuy entero,...'para que lleve a la casa compadre'.

Antes del bautizo, se ponía el 'agua de socorro' para evitar que los duendes lleguen por las noches y se lleve al niño o niña".

       Este es mi Cartavio y una de sus tradiciones creo yo, ya perdidas.

Fuente escrita: Obra inédita titulada TRADICIONES CARTAVINAS de Juan Miguel Malca Aldana.